En 1995, la tecnología se volvió personal y el estilo, funcional. Hoy, 30 años después, los objetos que nacieron entonces no solo sobreviven: cuentan historias.
1995 fue un año bisagra. La cultura pop, la moda y la tecnología encontraron un punto de inflexión entre lo analógico y lo digital, entre el grunge y la estética futurista, entre el juego físico y los mundos virtuales. A tres décadas de distancia, varios objetos nacidos en ese año no solo persisten: se han convertido en íconos culturales, piezas de colección y símbolos de una generación que aprendió a vivir entre dos mundos.