Seguramente, muchos acostumbran tener una hoja de vida o curriculum vitae, con todos los soportes y registros necesarios para poder acceder a un empleo determinado; además, es claro que no hay cómo contar con una buena referencia que destaque las cualidades del aspirante; lo que quizás muchos no imaginan es que cada vez con mayor frecuencia, las empresas y organismos de selección acuden a las redes sociales para llevarse una impresión más completa frente a la candidatura.
Esto no resulta trivial: de hecho en el extranjero, la mejor forma para obtener información acerca de la persona, es a través de las redes sociales, algo apenas lógico pues más allá del pasaporte y el pase de conducción, poca más información puede ser corroborada con celeridad; lo mismo sucede con alguien que venga de otro país, de modo que el perfil online se ha convertido, por derecho propio, en la mayor carta de presentación, la pregunta es si esta carta es la mejor.
Los especialistas en selección coinciden en que, verificar las redes sociales es un muy buen instrumento para analizar a determinados aspirantes, de modo que a la hora de aplicar para un empleo, es muy importante verificar qué información aparece sobre nuestro perfil, en las redes sociales.
Por supuesto esta no es la única situación donde el perfil resulte importante; si se desea establecer una relación con cualquier persona, no está de más verificar cómo se registra su perfil en las redes sociales, es algo obligatorio incluso.
Hay que ver cómo se ha logrado encontrar a personas culpables de robos y delitos por la manera ingenua en que hacen comentarios en las redes sociales, señalando que van a salir a hacer una “vuelta”, o que con lo ganado van a salir por fin a la costa. En estos casos dicha información resulta muy útil a los organismos de inteligencia, pero hay que pensar en que, absolutamente, toda esta información también puede caer en manos de personas inescrupulosas.
Puede sonar como muy obvio pero hay que repetirlo: toda la información que se registra en el perfil online y en las redes sociales, entra en el escenario público y es plenamente susceptible a situaciones indeseadas. Lógicamente una persona puede optar por “renunciar” a estar presente en las redes, pero eso es algo prácticamente imposible hoy en día.
Pongámoslo desde otro modo: si conocemos a alguien y queremos tener más datos de esta persona, acudir a la red es algo perfectamente normal, pero si no aparece dato alguno (ni siquiera imagen) y vemos que no tiene cuenta en Facebook o Twitter, por tan solo señalar las más empleadas, como mínimo sentiremos una especie de desconcierto, ya que incluso para poder ubicarla después puede ser muy difícil.
Pero las cosas no se quedan ahí: supongamos que no ponemos información alguna en la red (algo casi imposible, ya se mencionó anteriormente) y sin embargo, fácilmente podremos encontrar alusiones en la red, tan sencillo como que otros sí pueden hablar de nosotros y en un caso así nos veremos abocados a las opiniones de otros, sin derecho a réplica.
En el escenario más frecuente y si se quiere decir “normal”, lo común es que las personas tengan claro su perfil y datos en las principales redes sociales: fotos, noticias y conforme sea mayor el nivel de especialización, hojas de vida, artículos y demás material con el que otras personas puedan identificarnos.
Es justamente ahí, donde también hay que ser muy cuidadosos, desde tener muy en claro lo que vamos a comentar en un determinado enlace, hasta no dejarse provocar por lo que se dice en la red.
Una figura cada vez más común en la red la constituyen los “Troll”, personas que se dedican a atacar con críticas que fácilmente hieren la sensibilidad de quienes le están leyendo; también existe la denominación “hater” para aludir a quienes directamente parecen odiar todo lo relacionado con determinado proceso; por ejemplo: en las páginas de futbol y en las de videojuegos es común encontrar este tipo de perfiles con personas que van a favor de un determinado equipo o consola, o que, simplemente, se divierten observando la indignación de quienes han ingresado a un determinado chat y se encuentran con ataques e improperios frente a su equipo favorito, o su videojuego preferido.
Lo anterior pasa en todos los escenarios y hasta cierto punto es algo con lo que todo usuario debe estar familiarizado, pero por supuesto no faltan quienes se dejan llevar por el impulso y terminan contestando frases de mayor calibre; la provocación ha surtido efecto y a partir de ese momento se quedará en evidencia.
Por supuesto, hay escenarios que permiten manejar seudónimos, pero esto no debe ser pretexto para aprovechar y decir toda clase de agravios; siempre habrá el momento en que una “salida en falso” aparezca y sea publicada justo en un enlace que evidencie el nombre real del autor.
No solo por lo anterior, el principio de no hacer al prójimo lo que no queremos para nosotros, aquí toma total sentido. Ser víctima de un ataque cibernético es una de las causales en morbimortalidad más importante en el nuevo milenio; es un tema que no se puede dejar de lado, porque sus efectos son mucho más fuertes de lo que usualmente se piensa.
Entendiendo el carácter público que toma tanto el perfil, como el uso de redes sociales, es importante manejar reserva en la información que se suministra; es claro que muchas veces se quiere decir sin tapujos lo que se piensa, pero debemos ser conscientes en cuanto a que no sabemos quién está al otro lado de la red y qué puede llegar a hacer con la información que hayamos subido.
Es muy recomendable manejar con prudencia temas tales como: la afinidad religiosa, creencias políticas, vivencias de la infancia, amores previos, conflictos con los superiores, entre otros. Dicha información no siempre puede ser bien interpretada por otras personas y puede ser, tristemente, determinante para la no aplicación en un empleo.
La red no es el mejor sitio para expresar lo que se siente; hay que entender que los sentimientos son tema privado y de esta manera pueden caer en manos de alguien que se quiera aprovechar de ellos. Las actitudes impulsivas que llevan a expresar emociones como rabia o descontento, usualmente tienen una carga afectiva que no ayuda a pensar con claridad en los efectos que pueda causar en un lector, lo que se está escribiendo. Nada como reflexionar dos y tres veces antes de publicar cualquier contenido.
Algo que sorprende, o quizás no tanto, ya vistas las evoluciones en la red y la manera como otras personas pueden acceder a los datos de alguien, es ver que nuestro perfil se inunde de agravios e improperios; en algunos casos también puede aparecer información falsa. Este es un verdadero karma para muchos famosos que ya cuentan incluso con su Community Manager, personal encargado de bloquear, eliminar y denunciar las decenas de contenidos con perfiles falsos que se usan para aprovechar el fanatismo de los seguidores de estos personajes.
Si somos una persona del común tampoco estamos libre de la suplantación de datos (también conocido como “phishing”); por tal razón es muy importante verificar con frecuencia lo que aparezca en la red cuando pongamos nuestro nombre; a esta práctica se le conoce como “egosurfing” o “vanity searching” y aunque inicialmente se trataba de una situación claramente asociada a la vanidad y ego, por saber qué tanto se encontraban referencias propias en la web, en la actualidad resulta muy útil para detectar información no deseada alrededor de nuestro perfil y participación en las redes sociales.
Si bien señalamos los evidentes riesgos asociados al manejo del perfil en Internet, no se puede desconocer que aquí se abre un escenario de oportunidades que se deben aprovechar; mientras más estemos presentes en la red, más contactos se podrán establecer, algo que resulta ideal por ejemplo en el escenario laboral, pero que, por supuesto, también ampliará los riesgos si la información que aparezca no es la deseada. No se debe olvidar que una vez publicado algo en la web, esto nunca se elimina del todo y siempre habrá manera de poder recuperarlo, para bien y para mal.