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Columnista Invitado

Por @nadimcomics  Un antigüo partícipe de uno de los eventos de integración alrededor de la tecnología nos comparte su visión y apreciación del mismo.

Llegué al primer Campus Party hace más de diez años sin proponérmelo, sin saber de qué se trataba o siquiera que existía. Fui contratado en aquélla oportunidad por una comunidad de gamers para hacer unas caricaturas en vivo de los campuseros asistentes al evento. Nunca me imaginé que iba a terminar convirtiéndome en uno de ellos.

La integración, la camaradería, el estar rodeado de tantas personas que comparten tus gustos, pasiones y aficiones me brindaron una sensación y percepción de pertenencia que rara vez había sentido y que me hizo regresar, a participar en los Campus Party siguientes. Incluso los llevados a cabo fuera de Bogotá y del país.

Suele decirse por ahí que “todo tiempo pasado fue mejor”, tal vez tengan razón. Campus Party ha cambiado mucho, muchísimo. ¿Para bien? ¿Para mal? Depende del ángulo en que se mire.

Ya no se ven los ambiciosos stands de tantas marcas diversas en su espacio ferial, la arena (espacio que me atrevo a denominar como el auténtico “corazón” del evento) es considerablemente más pequeño y menos sectorizado, las zonas de experiencias, descanso y esparcimiento se ven visiblemente afectadas por lo que podría ser la crisis económica (o tal vez la natural timidez de estar en un evento por primera vez).

Muchos campuseros “legendarios” o de “vieja data” simplemente no asistieron (Muy seguramente porque ya en la comodidad de sus habitaciones y gracias a una generosa velocidad de conexión no ven la necesidad de salir de casa, cargar con las torres, monitores y demás “gadgets” a someterse a incomodidades y espacios ajenos) en fin, motivos y argumentos no faltarán.

Definitivamente no era en absoluto necesario “politizar” el evento, especialmente en su cierre con tantas y tantas figuras de la política y del gobierno de turno. Campus Party trasciende las vertientes de opinión, de lineamientos políticos y se ciñe a ser lo que es.

Pero, más que el “acabose” del Campus Party, que el fin de este evento, hay que abrirse a la posibilidad de considerar que puede ser el resurgir de una experiencia, una actividad querida, pero desestimada por el común de las personas.

No, no es “un grupo de muchachos sin nada mejor que hacer reunidos en un recinto ferial jugando y navegando en internet”, en absoluto. Es un espacio de intercambio, de contactos, de emprendimientos, de mucha creatividad y de innovación y ésa esencia aún se vive y se respira en el Campus Party realizado este año. Un evento golpeado por la pésima logística, la inepta administración y, por qué no decirlo, la corrupción de quienes estaban a su cargo en versiones anteriores (todos recordamos aún con dolor el nefasto y funesto Campus Party en Cali, realizado hace unos cuantos años atrás).

Que hay aún mucho por mejorar, indudablemente. Ningún evento es perfecto (vaya que lo sé)

Campus Party hoy no es un evento mejor o peor, simplemente es diferente y de nosotros, los campuseros, depende que vuelva a crecer, que recupere esa fuerza, notoriedad y posibilidad de integración, que nos saque de nuestras habitaciones y nos lleve a vivir un sinnúmero de experiencias edificantes, gratificantes y educativas.

Sin duda nos volveremos a ver, Campus Party 2020.

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